Hoy
estoy con un catarro de impresión. Los médicos me dirán que es un mal
funcionamiento de mis defensas. Yo creo que la causa es toda esta mierda
que tenemos alrededor, tóxica para el alma. Recortes, desahucios,
desesperanza, suicidios, impresentables que se te ríen en la cara.
Contra eso está claro que mis defensas físicas no pueden hacer nada,
pero me niego a usar profilaxis para mi alma y mi moral porque, en estas
cuestiones, enfermar es el único modo de convencerse de que hace falta
una cura.
¿Cómo
se puede tolerar que una entidad bancaria como Bankia, rescatada por el
Estado, no tenga ni siquiera a bien renegociar la deuda con una señora,
en paro y con hijos, amenazada por el desahucio? ¿Qué esperan? ¿Que sea
la siguiente en tirarse por el balcón para librarse del problema?
Esta mañana he
escuchado a esta señora en la radio. También al alcalde de
Santa Cruz, que espera respuesta de Bankia desde hace más de 5 meses. La
propuesta de la alcaldía, cliente de Bankia, es solicitar que le dejen
permanecer en la vivienda a cambio
de un alquiler social, que ellos en parte subvencionarían. No han
recibido respuesta. Por ese motivo, pasando ya de la ofensa moral a la
ofensa como cliente que es, la alcaldía ha decidido sacar todos sus
fondos de la mencionada entidad: un millón y medio de euros.
Esta mañana un amigo me ha enviado el enlace a este vídeo con el siguiente texto:
"Os mando un curioso enlace que hace llorar al más fuerte. Curiosa la
mezcla de historia real y ficción televisiva, muy bien realizada. Si
alguien no llora que lo diga, pero no me lo creo".
Yo he asumido el reto y, sí, he terminado llorando como una magdalena. La historia es conmovedora, pero quizás haber leído esta noticia recientemente en la prensa española también haya tenido algo que ver para que lo que se me ha revuelto por dentro lo haya hecho con más fuerza:
"El Gobierno sostiene que un hijo indeseado no daña la salud de la mujer. El Ejecutivo insiste en reformar la ley para suprimir la malformación como causa de interrupción de embarazo".
Porque las cuestiones que se me plantean uniendo esta noticia con el vídeo son inmensas y, en algunos casos, irresolubles, me temo.
¿Y si la madre de este chico hubiera abortado al conocer su malformación?
Nunca habría existido este chico.
La madre no abortó, pero al nacer lo abandonó en la calle metido en una caja de zapatos.
¿Alguien puede seguir manteniendo, después de esto, que un hijo indeseado no daña la salud de la mujer?
La salud mental de una persona debe de estar ciertamente dañada para llevar a cabo un acto que, en condiciones normales, a cualquiera de nosotros nos parece abominable, especialmente viniendo de una madre hacia su hijo.
¿Y si nadie hubiera encontrado esa caja de zapatos?
El chico habría existido y habría muerto de una manera cruel.
Sin embargo, la caja fue encontrada por una monjas y el niño fue llevado a un orfanato.
¿Y si su madre adoptiva nunca se hubiera cruzado en su vida?
Probablemente el chico habría existido y habría vivido pero ¿en qué condiciones? ¿Habría vivido o sobrevivido?
Afortunadamente, a este chico (y a su hermano, no olvidemos que son dos), la suerte le ha sonreído y ahora disfruta de una vida, dentro de sus limitaciones, plena y normal. Pero la suerte no nos sonríe siempre a todos ni lo hace por igual.
Viendo el vídeo, probablemente nadie estaría a favor de que este chico no hubiera nacido. Pero ninguno de nosotros somos su madre biológica. Si hubiéramos conocido una historia distinta, si este chico hubiera muerto abandonado en una caja de zapatos, ¿nuestra opinión sería otra?
¿Se debe decidir por lo que algo es o se debe decidir por lo que algo puede llegar a ser?
¿No debería tener la madre la opción última de decidir? Es posible que muchos niños no lleguen a nacer, pero también es posible que muchos de los que nazcan terminen en una caja de zapatos. ¿Qué es más cruel?
¿Y para quién lo es?
Esta mañana he acudido al hospital Militar a una revisión y, cuando he pedido cita para la siguiente, me ha pasado esto:
-¿A las 12.30 va bien? -Si pudiera ser a primera hora como hoy, mejor. -A primera hora no puede ser, esa franja está reservada para primeras visitas. Las revisiones empiezan a las 11.30.
-Pero yo hoy no he venido a primera visita, llevo viniendo a revisiones desde enero.
-Es que pasados 6 meses desde la primera consulta la siguiente revisión
vuelve a contarse como primera consulta. Si no es que Sanidad no nos
paga, ¿sabes? (esto por lo bajini)
Alucinada me he quedado.
¿Qué pasa? ¿Que la Sanidad sólo permite 6 meses de revisiones por
paciente? ¿Si pasados 6 meses no me he curado que me den, que no me
"revisan" más? (al menos de manera gratuita)
Y cuando en la
farmacia me han preguntado que si sabía a qué grupo pertenecía ya me han
matao. A punto he estado de soltarle que al de los pobres.
Ayer llamó a la radio un señor para describir un momento de la manifestación del jueves.
Al pasar por la puerta del Carmen, los camiones de bomberos y los coches y motos de la policía que estaban apostados a ambos lados de la manifestación hicieron sonar sus sirenas durante un par de minutos. Comenzaron tímidamente: primero el camión de bomberos, después una de las motos, después otro camión, a este se le sumó otro... hasta que todos se unieron y todas las sirenas sonaron a la vez.
La gente que en ese momento pasaba por allí siguió el mismo patrón. Unos pocos aplaudieron a la primera sirena. A estos se les unieron los que seguían detrás, haciendo el aplauso más contundente. A estos, los siguientes.
El resultado final fue una manifestación sonora de apoyo por parte de unos y de otros, de los que seguían la manifestación a pie y de quienes lo hacían, cumpliendo con su obligación, desde la barrera.
El señor que llamó a la radio no sabía por qué ese primer camión de bomberos había hecho sonar su sirena. Yo podría decir que sí, porque también estaba allí.
Yo seguía la manifestación empujando el carrito de Mario. Sergio hacía lo mismo llevando a Mateo a hombros. Al pasar frente al camión de bomberos, Mateo gritó con toda la espontaneidad que puede mostrar un niño: "¡Ninoninonino!" Un señor que nos seguía gritó a su vez hacia el camión: "La sirena, ¡que suene la sirena!". A él se unieron otros "¡La sirena!".
La sirena sonó. Mateo sonrió de oreja a oreja. Los demás aplaudimos. Y a mí reconozco que costo mucho contener las lágrimas.
No llegué a ver a los bomberos que hicieron sonar sus sirenas, pero supe que estaban allí y con nosotros. En ese momento, sentí sinceramente que lo que estábamos haciendo merecía la pena.
Hace
un par de semanas fui a la biblioteca a buscar un libro infantil. El
ordenador indicaba que estaba disponible, pero no lo encontré en su
sitio y pregunté a la bibliotecaria. Ella se acercó hasta las
estanterías pero tampoco lo encontró, así que tomó nota de mi teléfono y
me dijo que lo buscarían y, cuando lo encontraran, me avisarían. La
verdad es que el libro no era de gran importancia para mí pero tampoco le dije que no. Supuse que les interesaba encontrar el libro de todas formas.
Hoy me han llamado por teléfono. Han estado buscando el libro desde
entonces pero no lo han encontrado, así que lo dan por perdido. No
obstante, se han acercado a la librería donde adquieren los fondos con
la intención de comprarlo, pero está descatalogado. Han contactado con
la editorial a ver si es posible conseguir un ejemplar en alguna parte
y, si se hacen con uno, me llamarán. Visto lo visto, no lo dudo.
Supongo que toda esta labor no la habrán llevado a cabo únicamente para
satisfacer mi petición, sino porque les importa hacer bien su trabajo.
Con todo este rollo sólo quiero dejar constancia de que hay cosas que
funcionan y que hay personas que se toman en serio su trabajo. Que
quienes fastidian y crean problemas son otros, por ejemplo, los que
cogen prestado "Lucas, un detective en el museo" y no lo devuelven
jamás.
Eso digo yo. Hasta cuándo. Hubo algunos, como la familia de mi abuela, que asumieron esos hechos como parte de lo que suponía vivir una guerra y una dictadura. Pero eso ya pasó y, en un Estado de Derecho, a quien pide Justicia hay que dársela.