3 de diciembre de 2013

Hurt

Pones música de fondo. Una selección aleatoria. Suena una canción tras otra y no prestas excesiva atención a ninguna; sólo te acompañan mientras haces otra cosa.

Pero, en un momento preciso, te das cuenta de que una canción que nunca habías escuchado y que no sabes cuándo ha comenzado a sonar ha atravesado la barrera y se ha quedado ahí, en tu cabeza. Te atrapa, y dejas de hacer lo que estabas haciendo para centrar en ella toda tu atención.

Y descubres algo maravilloso que va más allá de una canción.

2 de septiembre de 2013

la diferencia entre un "sin" y un "para" es equivalente a la amplitud de miras

Comienzan a surgir compañías aéreas que habilitan "zonas sin niños" (y las cobran). ¿Por qué no habilitan una "zona PARA niños" en vez de una "zona SIN niños"? Es cuestión de cambiar el punto de vista y de ver a los niños y a las familias como viajeros y no como estorbos. 

Estoy convencida de que más de una familia pagaría un extra en el billete si considerase que de ese modo iba a poder viajar con mayor comodidad junto a sus hijos. Porque, al fin y al cabo, y salvo excepciones de padres huevazos, a nuestros hijos los aguantamos nosotros y somos nosotros quienes tratamos de que molesten lo menos posible, aunque precisamente en el transporte aéreo no nos lo pongan demasiado fácil: esperas interminables en la terminal, esperas interminables en miniautobuses hasta llegar al avión, esperas interminables para el despegue y viajes de horas enclaustrados en medio metro cuadrado sin posibilidad de acceder al pasillo y haciendo de llegar al baño una aventura. Intenta explicarle tú a un niño de tres años que se tiene que estar cuatro horas quietecito y sin molestar mirando el respaldo de un sillón que dista medio metro de la punta de su nariz. Si la mayoría de los padres no pusieran su buen hacer en tratar que sus hijos molestasen lo menos posible más de uno se habría tirado ya del avión. Y, repito, eso no quita que haya padres y madres huevazos que no se merezcan que alguien les obligase a saltar.

Las compañías aéreas se han estrujado la cabeza para habilitar zonas en las que puedes reclinarte hasta estar como en una hamaca del Caribe, te dan un antifaz para evitar que te moleste la luz y una mantita para que puedas echar una cabezada como si estuvieras en la camita de tus papás, puedes comer con servilleta de tela y cubiertos de metal, hasta elegir qué programas quieres ver en tu minipantalla personal. ¡Pero no han sido capaces ni de ofrecer un cutre cuaderno con cuatro lápices de colores a los niños que también pagan su billete para hacerles el viaje más entretenido! Que todo eso lo traigan los padres. Pues sí, señores, ya lo llevo yo, y el cuaderno de juegos, y las cartas, y el iPad y lo que haga falta. Pero si aún así mi niño les molesta, se joden, que tiene dos años y no sé si a él le molestarán los fanfarrones que cuentan su vida a risotadas al compañero de viaje, los que se quitan los zapatos y comparten al aire sus pies apestosos o los que ocupan todo su espacio vital y parte del del vecino con su cuerpo y todos sus enseres, pero a mí sí. Porque si la solución estuviera en habilitar zonas "sin" habría que fletar el triple de aviones.  

Lo único que me consuela de todo este asunto es que, aunque algunas líneas te releguen a viajar en turista aunque seas el marajá de Kapurthala si vas con tus hijos (o eso dicen), al menos van a hacer pagar a los que no quieran niños y no a los que los lleven puestos, porque ya sería lo último que faltaba. De todas formas, tiempo al tiempo, que parece ser que lo cura todo salvo la escasez de miras.

Fuente: El País (http://blogs.elpais.com/paco-nadal/2013/09/aviones-con-zonas-sin-ni%C3%B1os.html)

22 de agosto de 2013

Hay libros que son como almendras amargas

Yo no soy experta en literatura ni me considero gran lectora. Leo lo que puedo y me dejan, que no es mucho (y no es poco), y, salvo excepciones, sin demasiado criterio. Voy tirando de nuestra biblioteca particular, compuesta por libros que hemos ido comprando a lo largo de los años o que han llegado a nosotros de un modo u otro. En alguna ocasión busco títulos determinados en la biblioteca y poco más.

Todo este rollo viene a que hace unos días tiré de uno de esos libros almacenados en nuestra librería y comencé su lectura, en concreto uno premiado con el renombrado premio "Planeta" y que una amiga tuvo a bien regalarme hace algunos años sin mayor referencia que el título y el mencionado galardón.

El primer capítulo no me hizo presagiar nada bueno, pero le di una segunda oportunidad leyéndome el siguiente. La cosa no mejoraba. Ayer, decidí hacer mío eso de "a la tercera va la vencida" y ver si la vencida consistía en leerlo hasta el final o mandarlo de vuelta a la estantería. 

Pocos libros de los que han pasado por mis manos han sufrido este triste final, y sólo dos por ser infumables y no por "pereza" del lector. El primero, "Ángeles y demonios", de Dan Brown, que me obligó a decir "hasta aquí" cuando la historia no tenía ya ni pies ni cabeza. En mi defensa diré que me lo leí porque era una edición en italiano, porque se desarrolla en Roma, mi ciudad entre ciudades, y porque me lo regalaron. El segundo ha sido el premio Planeta del que hablo. 

Ya digo que no soy lectora sibarita, pero sí creo tener un cierto criterio estético y su lectura dolía por todas partes. Tras cerrar el libro, me rondaba la duda de si el problema estaba en el libro o en mí. Quizá fuera una grandísima novela y, simplemente, yo no supiera apreciarla. Así que busqué críticas en Internet. Sí, ya, las críticas... Sin embargo, me quité un peso de encima al revisar tres de ellas y ver que coincidían plenamente con mi opinión y sentimiento acerca del libro, aunque sólo me hubiese leído tres capítulos. 

Menudo alivio. Acto seguido me dirigí a la librería y, tras un vistazo rápido y en honor a mi padre, opté por llevarme a la mesilla "Oráculo manual y arte de prudencia", de Baltasar Gracián. No creo que suceda, pero como me vea obligada a devolverlo antes de llegar al final a ver cómo se lo explico yo a mi padre.   

20 de mayo de 2013

HELP ME FIND "BOBBY"!

Os voy a contar una historia y a pedir vuestra colaboración. Esta foto que véis la compramos en un mercadillo de Nueva York en 2003. Nos acompañó durante todo el viaje, así que decidimos bautizar al chaval que aparece en ella como "Bobby".

"Bobby" lleva más de 10 años en nuestras vidas. Me gustaría saber quién es realmente el tipo que tengo colgado en una pared de mi casa y que sepa que desde hace 10 años forma parte de la vida de una pareja de Zaragoza, algo que seguro que ni se imagina.
Si conseguimos hacer llegar su foto al otro lado del charco quién sabe, igual lo consigo...

La única información que nos dieron sobre ella es que era el retrato de un hippy de San Francisco sacado en los años '60. La foto formaba parte de un trío; creo recordar que la acompañaba una foto de una chica y otra de "Bobby" con la misma chica y otro chico más. Como la cartera no daba para más tuvimos que decantarnos sólo por una y nos quedamos con la del hippy gamberrete (aún me duele no haberme llevado las tres).  
El otro día me percaté de que aparecía la placa de una calle en la imagen y me lancé a buscarla en Google Maps. Conseguí dar con el punto exacto en el que fue tomada hace más de 40 años (calculo) y para mi sorpresa descubrí que no está en San Francisco sino en Los Ángeles: Crescent Heigts Blvd. - Sunset Blvd.

Lo que intento hacer es complicado, lo sé, pero por intentarlo... ¿No dicen que sólo 6 personas nos separan del cualquier persona del mundo?
----------------
I bought this picture in NY in 2003. I call the boy in it "Bobby", but I would like to find out his real name after being part of my life for almost a decade.
I know little about it: I was told it was taken in LA (Crescent Heigts Blvd. - Sunset Blvd.) in the late 60's and I know there are two more pictures taken same time, same place (one of a girl, another one of a group: "Bobby", girl and boy).
I just ask you to share this picture; maybe we find "Bobby" together!

 

14 de marzo de 2013

el nuevo Papa

Todo el mundo hablando del Papa. Que si es así, que si es asá, que si hizo esto o dijo lo otro.

Yo lo único que sé es que ayer cuando les dije a mis hijos frente al televisor que a ese balcón iba a asomarse el papa y finalmente se asomó, ellos me miraron como diciendo "pues ese mi papá no es".

Pues eso. Y mi Papa tampoco.

No sé cómo será su labor frente a la Iglesia a partir de ahora. Yo me conformaría con que se mantuviera en su parcela y no tratara de influir en el campo laico en el que vivimos los demás, pero tampoco lo espero.

No deja de ser un Papa, que nadie espere un transgresor.
 Jorge Mario Borgoglio. Papa Francisco I, elegido el 13 de marzo de 2013
 

3 de marzo de 2013

Carta al Sr. Fernández Díaz, ministro del Interior

"El matrimonio gay no garantiza la pervivencia de la especie" (Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior)

Sr. Fernández:

De entre todos los motivos que he escuchado y leído para oponerse al matrimonio gay, permítame decirle que el suyo es el más estúpido de todos.

Sepa usted que, en general, el matrimonio en sí mismo tampoco garantiza la pervivencia de la especie.

El matrimonio con Dios, por ejemplo. Ordenarse sacerdote o monja no garantiza en ningún caso la procreación (al menos no dentro del matrimonio) y usted defiende la instauración de la asignatura de religión a todos los efectos en la escuela pública, quizás buscando despertar vocaciones.

A San José y a la Virgen María tampoco podemos considerarlos un ejemplo de matrimonio procreador. Visto el papel que ustedes le asignan al padre carpintero podemos decir que la pervivencia de la especie tampoco dependió de él como esposo.

Y, sin embargo, fíjese usted qué cosas: yo no estoy casada y tengo el honor de haber contribuido a la pervivencia de la especie con dos hijos maravillosos. Dos hijos a los que espero inculcar una apertura de miras infinítamente mayor que la suya, incluso si cuando se conviertan en hombres deciden no colaborar en perpetuar esta especie de la que en ocasiones me avergüenzo enamorándose de otro hombre, metiéndose a cura o, simplemente, porque no les da la gana.

Sinceramente, lo que más me fastidiaría de eso sería que no me convirtieran en abuela. A la pervivencia de la especie que le den por el saco.