Noche del viernes al sábado.
Una localidad costera, entre montaña y mar, verde, situada a los pies de una colina. Un sitio muy bonito. Al otro lado de un lago, un edificio de cristales y metal, como un pabellón de invierno, de esos típicos de la arquitectura de la Revolución Industrial. Parece que dentro se celebra una fiesta. Cruzo el lago no sé cómo, sólo sé que de repente me encuentro en la entrada del pabellón. Por dentro, sin embargo, es cálido, de madera oscura y bronce, con unas grandes lámparas Tiffani de cristales verdes y amarillos colgando del techo. Al atravesar la puerta, se me engancha la chancleta en una de las uniones del suelo de madera y la pierdo. Llevo las chancletas rosas a rayas de colores que hasta hace dos días llevaba por casa y que ahora están ya en la basura. "Aquí estoy, como Cenicienta entrando en el palacio y perdiendo su chancleta", pienso. Y sonrío al pensarlo. Junto a mí pasan dos chicos, uno me mira curioso "¿De qué te ríes?", pregunta. Es moreno, con el eplo corto. No es feo pero tampoco guapo. Miro a su acompañante. Es David Bustamante. "De él", le respondo. Miro a Bustamante y le digo: "Enhorabuena por tu boda. Y a Paula también, claro" Me dirijo a Bustamante como si le viera todos los días. Recuerdo que cuando vi las imágenes de su boda me transmitieron emoción, la pareja parecía realmente feliz. Bustamante me da un abrazo. "Gracias". Comenzamos a caminar. "Espero que tú también encuentres a alguien especial", me dice. Le miro y sonrío. "Hace tiempo que lo encontré ya", le digo. "Casi diez años", pienso.
"A mí me agobiaría mucho tener a la prensa todo el día detrás", le digo. "Bueno, es que los de Estopa son así...", me responde.
Por ciencia infusa sé que los Estopa son los representantes de Bustamante y que consideran que tener a las cámaras detrás es una buena forma de mantener la publicidad.
Llegamos a la esquina de la calle de mis padres. De la calle, calle de mis padres, no de la calle de mis padres en esta localidad imaginaria. Me despido de Bustamante con otro abrazo. "Hala, adiós". "Adiós".
Nunca escucho a Bustamante. No se encuentra entre mis intereses ni preferencias musicales.
No sé quien es el chico que le acompaña en el sueño.
El fin de semana pasado estuve en Oloron, un pueblo del Pirineo francés; hace dos en Pirineos Sur. Creo que de ahí salen el pueblecillo, el verde y la fiesta en el Pabellón.
Las chancletas las he llevado muy a gusto durante dos veranos, pero este último ya andaba más sobre el suelo que sobre ellas cuando las llevaba puestas, así que decidí que era el momento de dejarlas pasar.
Llevo diez años con Sergio. Él es mi alguien especial.
Tampoco escucho a los Estopa.
Ayer estuve en casa de mis padres.
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