Orgosolo es un pueblo del interior de Cerdeña que, en un tiempo, fue tierra de bandidos, de secuestros y de tiros. Durante años, los asesinatos se contaban por semanas. Los sardos han sido siempre un pueblo rebelde, inconformista y contestatario ante la nación italiana. Al mismo tiempo, es un pueblo amable y dispuesto a compartir con quien lo visita los secretos de su historia, de su lengua y de su cultura. Con el tiempo, la cosa se tranquilizó y la violencia física mutó en otras formas de expresión. Los tiros dejaron de pegarse a las personas para pasar a pegarse a las farolas, las fachadas de las casas o las señales urbanas, de lo que aún queda muestras por toda la ciudad. En los años 60, la rebeldía y la defensa de su idiosincrasia comenzaron a plasmarse en los muros de sus casas a través de pinturas y textos, escritos mayoritariamente en sardo, que expresan su cultura, sus reivindicaciones, sus miedos o sus deseos. Son murales en los que se mezcla la crítica política con la representación de temas tradicionales, el estilo de la pintura mural mejicana con la inspiración en la pintura cubista de Picasso o de Fernand Lèger.
Cuando caminas por sus calles te da la impresión de hacerlo por un enorme museo al aire libre, y te encuentras con un escrito, unas manos o unos ojos al girar cada esquina. En cierto modo, te impregna ese sentir sardo que se cruza ante tu vista a cada paso y que no sabes hasta qué punto puede convertirse en fanatismo y, cuanto más tiempo pasas allí, más veces pasa por tu cabeza la idea de que quizá nunca salgas.
Más murales de Orgosolo aquí.
Cuando caminas por sus calles te da la impresión de hacerlo por un enorme museo al aire libre, y te encuentras con un escrito, unas manos o unos ojos al girar cada esquina. En cierto modo, te impregna ese sentir sardo que se cruza ante tu vista a cada paso y que no sabes hasta qué punto puede convertirse en fanatismo y, cuanto más tiempo pasas allí, más veces pasa por tu cabeza la idea de que quizá nunca salgas.
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6 comentarios:
pues usar las paredes de la calle como lienzos artístico-reivindicativos le da un punto a la ciudad interesantísimo. mola.
Es un lugar realmente curioso. Además, la gente es muy acogedora y se muestra bastante dispuesta a contarte la historia de su pueblo y de los murales. Merece una visita.
Además te invitan a pastas y a cenar si quieres. Eso mola.
Eso sí, los chicos miraban con un poco más de recelo. Lo mismo pensaban en pegarnos dos tiros, como en los buenos tiempos.
jajaja qué chulo!
Algo me habían contado. Pero no sabía de los murales, me han impactado.
Mientras paseábamos por allí, me acordé de ti, Edhigy; seguro que te habría encantado la visita, no sólo por los murales sino por poder hablar con la gente del pueblo.
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