(Este post viene a cuento de un comentario que hace Mammi Kangaroo en el post anterior sobre el step. Me he puesto a contestarle y, como me he liado contándole mi vida, he pensado que casi mejor lo escribo en un post).
Yo al gimnasio me he apuntado tres o cuatro veces en mi vida y, al final, siempre he terminado pensando lo mismo: "Por qué narices me habré apuntado yo a esto... otra vez".
Cuando era pequeña, mi madre me quiso apuntar a gimnasia rítmica, que es a lo que entonces se apuntaba a la niñas (a eso o a ballet) pero, nada más verme, la monitora nos dijo que el kárate igual se me daba mejor (básicamente porque era como el Piraña). Mi madre le hizo caso y me pegué un porrón de años con el kimono gritando "kia!" y soltando patadas y puñetazos (llegué a cinturón marrón y todo) Cómo no iba a salir brutica si me entrenaba tres veces por semana.
Sin embargo, cuando se empeñaron en que hiciera kumite (combate ya de darse en serio), les dije que nanai y lo dejé. Era brutica pero también poco amante del riesgo físico.
Muchos años después, en Roma, me apunté a una cosa que se llamaba Aero Box. Era una especie de boxeo suave, con guantes, saco y todo el patín, y la verdad es que me gustaba bastante. Además, iba a clase con Sergio y eso siempre le daba gracia al asunto. Os podéis imaginar a Sergio y su coordinación enlazando golpes de boxeo contra un saco. Recuerdo que una vez lo colocaron de pareja con un tipo que abultaba dos veces lo que él para que le sujetara un escudo mientras el otro pegaba patadas a diestro y siniestro. Cuando llegamos a casa, el pobre llevaba medio costado amoratado. Eso sí, mientras el otro golpeaba no dijo ni mu; para mí que bastante tenía con aguantarse de pie.
Y ahora, he vuelto a apuntarme al gimnasio. Realmente lo del step fue una casualidad, porque yo a lo que voy es a Body Power (que hay que ver qué nombres le ponen a estas cosas) que no es otra cosa que levantar pesas al ritmo de música chunta-chunta a todo trapo. No está mal, aunque me lo tomo con calma: mientras que mis compañeras levantan mínimo cuatro kilos (dos en cada lado), yo sigo con mis dos kilicos. Mi fuerza es algo irrisorio.
Porque para ponerme en forma igual no me sirve el gimnasio, pero para darme cuenta de mis limitaciones y de mi pésimo estado físico, para eso me sirve pero bien. Creo que a eso le llaman masoquismo psicológico.
Yo al gimnasio me he apuntado tres o cuatro veces en mi vida y, al final, siempre he terminado pensando lo mismo: "Por qué narices me habré apuntado yo a esto... otra vez".
Cuando era pequeña, mi madre me quiso apuntar a gimnasia rítmica, que es a lo que entonces se apuntaba a la niñas (a eso o a ballet) pero, nada más verme, la monitora nos dijo que el kárate igual se me daba mejor (básicamente porque era como el Piraña). Mi madre le hizo caso y me pegué un porrón de años con el kimono gritando "kia!" y soltando patadas y puñetazos (llegué a cinturón marrón y todo) Cómo no iba a salir brutica si me entrenaba tres veces por semana.
Sin embargo, cuando se empeñaron en que hiciera kumite (combate ya de darse en serio), les dije que nanai y lo dejé. Era brutica pero también poco amante del riesgo físico.
Muchos años después, en Roma, me apunté a una cosa que se llamaba Aero Box. Era una especie de boxeo suave, con guantes, saco y todo el patín, y la verdad es que me gustaba bastante. Además, iba a clase con Sergio y eso siempre le daba gracia al asunto. Os podéis imaginar a Sergio y su coordinación enlazando golpes de boxeo contra un saco. Recuerdo que una vez lo colocaron de pareja con un tipo que abultaba dos veces lo que él para que le sujetara un escudo mientras el otro pegaba patadas a diestro y siniestro. Cuando llegamos a casa, el pobre llevaba medio costado amoratado. Eso sí, mientras el otro golpeaba no dijo ni mu; para mí que bastante tenía con aguantarse de pie.
Y ahora, he vuelto a apuntarme al gimnasio. Realmente lo del step fue una casualidad, porque yo a lo que voy es a Body Power (que hay que ver qué nombres le ponen a estas cosas) que no es otra cosa que levantar pesas al ritmo de música chunta-chunta a todo trapo. No está mal, aunque me lo tomo con calma: mientras que mis compañeras levantan mínimo cuatro kilos (dos en cada lado), yo sigo con mis dos kilicos. Mi fuerza es algo irrisorio.
Porque para ponerme en forma igual no me sirve el gimnasio, pero para darme cuenta de mis limitaciones y de mi pésimo estado físico, para eso me sirve pero bien. Creo que a eso le llaman masoquismo psicológico.
6 comentarios:
Sinceramente Rebe, apuntate a algo que te mole mucho...a lo mejor lo de levantar pesas te va, a mí particularmente me parece un coñazo por mucha música que me pongan...me parece mas divertido el step o aerobic o incluso spinning... busca algo que apetezca hacer, además para ponerte en forma mucho mejor algo mas de cardio, y luego si quieres le pones pesas...
Pero si es que lo que pasa es que a mí lo que no me mola nada es eso de cansarme...
Estoy contigo, apuf.
A mí me falta constancia como para dedicarme a ir al gimnasio a botar.
Odio el gimnasio, no me gusta el ambiente ni sudar rodeada de un montón de gente. Opté por comprar una bici estática y, créeme, no es mal tendedero, ;-)
Hasta nuestro traslado te dejamos usarla, si quieres.
Besos y ánimo!!
Jejeje, no me acordaba de lo del boxeo en Roma, es verdad.
Yo pensaba que solo habías pinponeado.
Te entiendo perfectamente con lo del kárate. Yo iba a gimnasia rítmica, fui tres laaargos años a dar botecitos y a hacer el moñas hasta que le confesé a mi madre que yo quería apuntarme a "atletismo", era bastante rápida, pero era mejor en... lanzamiento de peso!, que horror, lo dejé para no convertirme en mas vaca burra.
Aun estuve mucho tiempo buscando una alternativa, por que a mí hacer deporte y cansarme no me importa, pero sudarrrrr, uf, que pereza. Así que me quedé con la natación.
Yo creo que es cuestión de ir probando, y si encuentras algo que te gusta mucho mucho intentar ser constante (así dicho no parece tan complicado)
Apuf en un gimnasio... nah!, me sigue sonando muuuuuy raro, jeje
nada mujer, en dos días de encarnita polo a beyoncé!!
Raúl, no es por nada, pero con la suerte que tengo yo... ¡igual me vuelvo negra!
Mammi, nadar tampoco me gusta. Ni correr. Reconozco que no le encuentro sentido a cansarme para nada. Vamos, para no llegar a ninguna parte. Prefiero la competición, así que creo que voy a volver a retomar las clases de tenis...
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