5 de agosto de 2007

niños y más niños

Nuestros amigos, prácticamente todos entre 28 y 33 años, se han lanzado a tener hijos. Hubo dos niñas que llegaron prácticamente a la vez; al año llegaron otras tres; después, un embarazo; después llegó la hermana de la primera; seguidamente, el embarazo de otra pareja primeriza y los segundos embarazos de las ya experimentadas; hoy me han comunicado otro segundo embarazo más...
Se puede decir que en tres años los embarazos y partos ajenos han sido una constante en mi vida, siempre estábamos en alguna de las fases del acontecimiento: sospecha, comunicado número uno, comunicado número 2 ó parto. Cuando no creíamos que una estaba embarazada, otra lo comunicaba, cuando no paría una, la otra nos decía que esperaba una niña. Así constantemente.
Esta constancia temática supone una presión también constante sobre la parejas que aún no tenemos descendencia. Estoy harta de oirme cada dos por tres que se me va a pasar el arroz, que nosotros para cuándo, que bla, bla, bla.
Yo quiero tener un hijo porque quiera tenerlo, porque me sienta preparada, no porque piense que se me va a pasar el arroz o para evitarme el oir todas esas frases machacantes constantemente. Esa presión me hace plantarme muchas veces si ese instinto maternal que a veces siento no será creado ilusoriamente por mi necesidad de sentirme como el resto de mis amigos, que ya tiene su vida hecha y sus niños alrededor, si no será una treta subjetiva para convencerme a mí misma de que los sermones sobre el estado de mi arroz quizá tengan su razón. Sin embargo, no creo que debamos decidirnos a dar el paso por lo que vemos a nuestro alrededor. Tener un hijo es una cosa muy seria, quizá la cosa más seria a la que te tengas que enfrentar en esta vida, y la decisión no puede verse afectada o motivada por lo que sucede a nuestro alrededor sino por lo que sucede en nuestro interior o, al menos, no por lo que sucede en un alrededor más lejano que el que nos afecta a mí y a mi pareja. Debe dar igual que nuestros amigos tengan ya hijos o que las madres quieran ser abuelas. Sólo debe importar lo que piensen y deseen las dos personas directamente involucradas, las que van a dejar de ser un hombre y una mujer para convertirse en un padre y una madre.
Me alegra mucho que los demás tengan niños porque entiendo que están cumpliendo un deseo pero, por otra parte, me jode recibir la noticia de un embarazo porque seguidamente, en mi cabeza, chispean las frases "Y tú ¿cuándo?"... "Te estás quedando atrás"... "Se te va a pasar el arroz" Si algún día esas frases terminan convenciéndome, tengo miedo de darme cuenta cuando ya no haya remedio de que todavía no era el momento.