7 de enero de 2014

la grande bellezza

Esta tarde hemos ido al cine a ver "La Gran Belleza" ("La Grande Bellezza"), de Paolo Sorrentino. Una película extrañamente bella, de esas que han de verse en pantalla grande para captar cada gesto y cada detalle y que, lamentablemente, solo pueden recomendarse a determinadas personas: a aquellas que, como su protagonista, están destinadas a la sensibilidad. 

Porque esta no es una película "bonita"; es una película "bella", que muestra su belleza en pequeñas dosis, continuas pero discretas.

Pero también es una película de extremos. De extrema sensibilidad, de extrema decadencia, de extrema soledad. El viaje del protagonista por esa vida aparentemente bella pero ruinosa, cíclica, sin destino aparente, recuerda a Dante en su paseo por el Infierno. Ese descenso en el que observa la decadencia del ser humano, inmerso en el horror, formando parte de él pero descubriendo en momentos fugaces que hay un paraíso sobre nuestras cabezas. 

Casi sin darte cuenta, entre vorágine, hipocresía y decadencia, esas pequeñas dosis de belleza van posándose en el espectador hasta que, con un estímulo puntual, afloran y se externalizan. Algo mínimo pero necesario para reaccionar.

Su final, ese paseo solitario por el Tiber, la laguna Estigia de nuestro Dante/Gep, refleja a la perfección la sensación que te aborda tras enfrentarte a esta película: la sensación de un solitario paseo por el Tiber, rodeado de tantísima belleza pero solo, al fin y al cabo.

En definitiva, una película que no te deja indiferente y que, si descubre su belleza, late dentro de ti durante horas, incluso días. 

 
 

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